miércoles, 10 de agosto de 2011

Let there be light


Episodio 1: Oscuridad En un principio todo era luz en el living de casa. Cada uno de los espacios de ese ambiente estaba estratégicamente alumbrado: un correcto artefacto iluminaba la entrada; una coqueta araña con cuatro luces colgaba sobre uno de los rincones; una lámpara de pie dimerizada al máximo apuntaba su luz hacia el techo; y dos regios veladores salteños coronaban la zona de los sillones.
Un día, sin ninguna razón particular, el capricho del destino armó su jugada siniestra. Primero sucumbió el viejo artefacto de la entrada. Le siguieron las luces de la araña, que fueron apagándose una tras otra hasta queda en atrapadas en un apagado eterno. No nos preocupamos demasiado sino hasta que un humo extraño emergió de las alturas en la lámpara de pie. Apenas los dos veladores salteños resistían estoicamente en el living. Daban todo de sí, pero dos lámparas incandescentes de 60w para todo un ambiente grande con techo alto no es suficiente.
-No te preocupes, mañana compro una lamparita y la cambiamos – dije convencido de que con eso salvaría al menos a la responsable del 60% de la iluminación del living.
Pero al otro día el temor confirmó la noticia. La bombita nueva que había comprado en la ferretería no era el remedio necesario para revivir a la lámpara de pie.
Esta vez la oscuridad fue mayor. El horror, el horror.

Episodio 2: Tinieblas Decididos definitivamente a tomar cartas en el asunto y no descansar hasta volver a hacer la luz,nos embarcamos en una empresa tediosa. Convocamos a Carlos, el encargado del edificio, para enmendar el artefacto de la entrada. Cargué la lámpara de pie en el auto primero y la araña después con un destino cierto: Electro Paraná 1065. Allí, en un mundo lleno de aparatos de electricidad, comenté el problema, dejé mis datos, convení esperar llamado para que me pasen presupuesto, esperé tres días, reclamé presupuesto, lo confirmé, busqué la lámpara arreglada dos días después…
(Problema parcialmente solucionado)
Pero el artefacto que Carlos arregló dejó de funcionar a los cuatro días. Y la araña que Electro Paraná 1065 juró haber revisado y cambiado un cable interno no daba señales de vida cuando la conectamos. Corté la luz, colgué a la bestia de 15 kilos como pude, uní los cables, subí las llaves y nada. Mierda. Mis expectativas para salvar mi ego estaban puestas en intentar arreglar el artefacto de la entrada. Corté la luz de nuevo, arranqué al portalámparas del artefacto, conecté los cables… nada. Mis habilidades como electricista hogareño quedaron reducidas a la mínima expresión. Y mi autoestima sumergida en el décimo subsuelo.
Estábamos casi en el mismo lugar en donde habíamos empezado, con apenas una de las tres luces rotas arregladas.

Episodio 3: Claridad Volví a cargar la araña en el auto y la llevé a lo que un domingo a la tarde era lo más parecido a una casa de electricidad. Pusimos con Papá la araña sobre el mármol de la cocina y, tras unos intentos truncos, pudimos detectar el problema. Eran las bombitas, que no ajustaban bien. ¡Las bombitas! ¡Qué hijas de puta! No ajustaban bien porque un pliegue de la soldadura con la que se termina la rosca no permitía levantarla. La solución fue comprar unas bombitas de otra marca y con una rosca un poco más larga. Y el portalámparas de la entrada tenía el mismo problema.
De regreso en el departamento completé nuevamente los pasos para colgar y conectar una vez más la araña. Cuatro hermosas lámparas de bajo consumo alumbraban esa parte del living por primera vez en mucho tiempo.
Fui un poco más feliz cuando vi que apretando la llave se hace la luz.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Como te gusta el chamullo, te Quedates sin luz.
Para la moto!!!!