lunes, 24 de diciembre de 2012

Reivindicación pan dulce


Cuando era chico odiaba la comida de navidad y el pan dulce, en ese sentido, era el emblema del menú típico de las fiestas. Nada más desilusionante que llegar en diciembre a la casa de algún pariente, amigo o conocido y ver esa cosa de gusto dudoso y frutas abrillantadas a la mesa de un desayuno o merienda. (¿Dónde están las Melbas?, solía pensar para mi interior [o para mi exterior, según la confianza que tuviera])
Mucho no ha cambiado hoy respecto de algunos de los productos que componen la mesa navideña, algo de eso ya he escrito, pero sí tengo que admitir mi rendición ante un buen pan dulce con frutos secos (no a las frutas abrillantadas, ¡boicot!).
Este año decidimos cambiar el vino por el pan dulce como objeto de regalo para clientes. Primero intentamos pasar por Plaza Mayor, aquel mítico punto de venta de panettones. La cola de dos cuadras con número previamente asignado como si se tratara del turno para entrar en la Embajada de Estados Unidos durante la Guerra de Vietnam no se justificaba, así que buscamos otras opciones más lógicas. Encontramos esta nota de Brando en donde colocaba al de la Abadía Santa Escolástica en el olimpo de los pan dulces y, como quedaba cerca, hacia allí fuimos. Me quedé con las ganas de hincarle un diente a alguno de los regalos, pero tuvieron muy buena recepción. Feliz Navidad para todos.

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