martes, 9 de abril de 2013

Reinvindicación arena


Otro prejuicio que se va. 1, 2, y este es el tercero. Es la edad, me parece.
Cuando era chico el queso rallado para mí sólo era queso rallado si era queso rallado de verdad, rallado con un rallador de un queso duro. ¿Me explico? No importa.
Después en algún momento apareció el Quesabores, una especie de versión industrial del verdadero queso rallado.
Último, en el séptimo subsuelo, cola, final, quedaba el queso rallado en polvo que se compra en el supermercado, al cual yo llamaba (llamo) despectivamente "arena". Salir de mi casa y encontrarme con la arena en una mesa donde se servían pastas podía llegar a ser una experiencia muy desagradable, cuanto menos frustrante.
El tiempo puso las cosas en su lugar. Hoy en casa volví a comprar arena. ¿Es más rico que el verdadero queso rallado? No. ¿Es barato? No, al menos a priori.
Pero tiene más sabor que el bodrio Quesabores, rinde más y dura un siglo y medio. Así que puedo decir que me reconcilié con la arena. ¡A la mesa!

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