miércoles, 27 de agosto de 2014

Rayuela no me desvela

A la postre del centenario de su nacimiento y cuando ya todos dijeron en las redes lo fans que son de Julio Cortázar me veo obligado a interrumpir este incómodo momento de desvelo para avisar a quien le importe que yo también leí Rayuela. 
Si me apurás, te diría que no me gustó. Y si me apurás un poco más te cuento que tardé 12 años en terminarla. Sí, doce. 
Todo empezó una tarde marrón de 1998 cuando me anoté en el Taller de lectura de JC y Marita Grillo explicó que el objetivo del seminario era prepararnos para que después nos "animemos" a leer Rayuela. 
Pasaron los cuentos, los ensayos, las discusiones sobre Cortazar y su obra, lo lúdico, la novela que gana por puntos, el lector macho y algo màs y llegó el día de agarrar ese libraco. 
Había conseguido una copia que me la había robado de la biblioteca de mi colegio. Muy linda early edition, ajada y desarmada.
Elipsis hasta 2010 cuando nació Pedro y finalmente encaré seriamente la lectura de esa moplo que estuvo descansando culposo tanto tiempo en un estante y soportó por lo menos dos mudanzas. 
Entre noche y noche de desvelo, mamaderas, pañales y aprendizaje del oficio de padre leía uno, dos, tres capítulos salteados, como debía ser.
París, Montevideo, Buenos Aires.
Tenía todo lo que necesitaba saber para entenderlo y no fracasar cual mina en el intento. Me gustó, pero no lo disfruté tanto. La primera parte, más sórdida y patética me gustó más que la segunda, gorda y fofa.
Me quedo con los cuentos de acá a Saturno.
Cuando estuve en París hace unos meses me encontré de nuevo con Rocamadour y me acordé de esas noches otra vez. 

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