martes, 11 de octubre de 2016

unmigone Goes Miami: Matthew

Llegué a Miami un lunes a la mañana. Desde el domingo ya se hablaba que el jueves llegaba Matthew. Al principio como un chiste, después como una preocupación real. El lunes a la noche hubo una tormenta tropical, de esas que inundan la calle en 15 minutos. Tormenta eléctrica. Al otro día, todo seco.
La tele era el motor psicótico que alimentaba la nuerosis. Todo lo que  salía de los noticieros eran gráficos, infografías y videos del paso del huracán por Haití primero y Cuba después. De pronto, el Gobernador diciendo que va a morir gente. Las clases se suspenden. Los trabajos también. Todos los lugares anuncian que estarán cerrados el jueves. La gente corre al supermercado. Todos hablan sobre qué van a hacer. Algunos se ponen más nerviosos que otros. Los otros intentan tranquilizarlos avisando que es algo muy normal. Todos recuerdan a Andrew, ese mounstro que hace más de 20 años pasó por la ciudad y se llevó puesto todo lo que pudo.
Llega el jueves. Llueve. Tormenta, un poco de viento. Nada grave. Nos refugiamos en el hotel "el lugar más seguro para estar", nos comentan. Hay poca gente, mandaron a casi todo el personal a sus casas con su familias. En el noticiero, en todos los noticieros, la imagen es la misma. Un tipo con paraguas y rompevientos transmitiendo en vivo desde la playa. Pasa el tiempo y Matthew no llega. Seguimos en el hotel. No se corta la luz. Pero no hay nada para hacer. O casi nada. A la tarde los periodistas trabajan, porque todos en Buenos Aires de repente se preocupan.
En la calle hay poca lluvia y menos viento.
A las 5 de la tarde, el Alcalde avisa que el Huracán va a pasar a ¡500 millas! de la costa del condado.
Todo vuelve lentamente a la normalidad.
Pasó Matthew, pero pasó lejos.

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